Karla Morales creó un tuit poderoso
Es tan flaca como una bailarina. Su contextura es perfecta para cumplir con su sueño de ser balletista. Sí, era un sueño de niña que ahora cuenta solo cuando se le pregunta las cosas que la gente no sabe de ella. No hay zapatillas ni mallas de ballet en el armario, pero sí muchos jeans. Los ama. Esa era la pinta que utilizaba en Manabí cuando andaba ajetreada después del terremoto.
Su nombre se convirtió en sinónimo de solidaridad organizada a través de las redes sociales. Pero cuando escucha tal afirmación, Karla Morales aclara: "No creo que la extraordinaria sea yo, sino la sociedad civil". Abogada, al fin y al cabo, considera que dicha aseveración no es justa pues excluye a las personas que respondieron con ayuda en el momento del desastre.
El sábado 16 de abril, cuando el terremoto golpeó con fuerza a las provincias de Manabí y Esmeraldas, la madre de Karla, Martha Rosales, se encontraba en Bahía de Caráquez. Karla es guayaca de nacimiento, pero su familia materna es manabita. Luego de fallidos intentos de comunicación, supo que Martha se encontraba bien, pero que la situación era crítica para los demás habitantes de la zona, quienes después de las 18:58 de esa tarde lo habían perdido todo. "Lo correcto era llevar ayuda".
Su esposo, quien es bombero, partió inmediatamente rumbo a los sectores afectados; y ella, que se quedó en Guayaquil hasta organizarse, publicó un tuit a las 23:19: "Gente en Guayaquil, mañana saldremos a #Manabí llevando ayuda. Si pueden apoyar con donaciones acá la info".
Gente en Guayaquil, mañana saldremos a #Manabi llevando ayuda. Si pueden apoyar con donaciones acá la info: pic.twitter.com/zVLbkftcVk
— Karla Morales (@KarlaMoralesR) 17 de abril de 2016
"Alguien vendrá", se dijo para sí, pues este acto muchas veces equivale a lanzar un mensaje en una botella al mar. Pero no durmió. Su publicación fue retuiteada 702 veces y las preguntas llovieron: "¿Cómo van a llegar?", "¿Está cerrado el paso?", "¿A qué dirección puedo unirme?", "¿Hasta qué hora puedo entregar?", "Voy contigo".
Pasaron las horas, amaneció, comenzaron a llegar las ayudas y cerca de las 12:30 del domingo 17 de abril pensó que afortunadamente la respuesta se salió de sus manos. "No me esperaba que la ola de solidaridad fuera tan grande", confiesa. El patio de su casa se había convertido en un centro de acopio donde llegaron colchones, botellones con agua, vituallas y demás. Según relata, los gestos llegaron al punto de que una mujer se comunicó con ella para que, camino a Manabí, recogieran todo el inventario de su tienda para donarla a las personas que lo necesitaran.
Desde los 22 años, Karla trabajó con Derechos Humanos. Y a sus 30, como directora ejecutiva de Kahre, fundación que preside desde 2014, estaba acostumbrada a trabajar en esa misma área. Pero nunca había emprendido una tarea titánica como la que el terremoto le puso enfrente.
En Kahre pasaron de 30 voluntarios a más de 1.000 personas que prestaron su contingente desde el 17 de abril. En redes sociales, hubo quienes le apodaron 'Santa Karla Morales'. Se ríe cuando se acuerda. Pero esta labor también le trajo críticas, algo que no le molesta ya que considera a los cuestionamientos como "una oportunidad para corregir".
Entre los meses de junio y julio, detalla que movilizaron cerca de cuatro millones de libras por donaciones. Y que, hasta los primeros días de octubre, estimaba que se trasladó un total de ocho o nueve millones de libras de donaciones. Sí, los mide en peso y no en costo porque "en ese momento, si nos poníamos a calcular un costo a cada cosa que llegaba, pues sencillamente no alcanzábamos a llegar a tiempo". Y la ayuda, sobre todo durante las primeras horas/días, era un asunto vital.
Hasta finales de septiembre de 2016, Kahre ha implementado dos centros comunitarios; y además, en coordinación con All Hands Volunteer, llevan adelante un plan de construcción de viviendas. Han levantado entre 12 y 16 casas, en cuyas estructuras tuvieron en cuenta las necesidades específicas de cada familia. "No puedes tratar a la gente en serie sino en serio". Por eso, fijaron un plan de trabajo de dos años, que prevén se extienda hasta abril de 2018.
Autosuficiente. Estricta pero flexible. Capaz de defender a los demás como una leona a sus cachorros, aunque revela que cuando se trata de ella misma es "pésima" y hasta se pone a llorar. Ama la comida 'guayaca' y está 'engrupida' por el Río Guayas, al que ve desde su oficina, ubicada en un edificio del Puerto Santa Ana.
Lo de bailarina quedó en la anécdota, lo que nunca faltó en la vida fueron las enseñanzas de su padre, Carlos Víctor Morales; siempre fundamentadas en fútbol. Así se forjó y así ve la vida, como una cancha; donde desde el director técnico hasta el aguatero son igualmente necesarios.
Por eso insiste en que ella solo puso un tuit y canalizó. El resto fue un gol de la sociedad civil.