Santiago Arcos dispara para cambiar el mundo
Santiago Arcos aprendió que las fotos pueden cambiar un mundo cuando la Fundación Magnum le becó, en 2014, para participar de su taller de fotografía y Derechos Humanos. Durante seis semanas estuvo en Nueva York junto a fotógrafos de Egipto, Moldova, India y China. Ahí entendió que detrás de un disparo debe haber un por qué, un para qué.
-"Papi, déjame hacer fotos"-, le decía Santiago a su papá cuando era niño. Él creció viendo a su padre, biólogo, con una cámara en la mano, pero jamás le permitió usarla.
El trabajo del señor Arcos hizo que 'Santi', su madre y sus dos hermanos se vayan de Guayaquil a Galápagos. En las islas vivió durante un año. Ahí recibió su primera cámara, el regalo de su papá por su cumpleaños número 11.
El primer equipo fue una desechable con tres rollos. Con los dos primeros fotografió "focas y esas notas" y su madre le pidió el tercero para inmortalizar un momento de playa junto a sus amigas. 'Tere' dejó la cámara y los rollos en un taxi. Santiago nunca vio sus primeras fotos.
El guayaquileño regresó a Galápagos por el viaje de sexto curso de colegio. El retorno significó enfrentarse a cambios en la isla Santa Cruz. El deterioro del Archipiélago le motivó a "hacer algo".
Una semana después, la vida le puso frente al documental 'Maestros de la fotografía' y Henri Cartier-Bresson, precisamente uno de los seis fundadores de la Agencia Magnum y uno de los padres del fotorreportaje. -"Eso quiero hacer"-, pensó. Ese año se inscribió en la carrera de Fotografía Digital, en la Universidad Casa Grande.
Su personalidad obsesiva le hizo ir todos los días después de clases a la 9 de Octubre con su Canon EOS Rebel XSi. En la avenida más transitada de Guayaquil caminaba de ida y vuelta y disparaba fotos. Era su manera de convertirse en 'street photographer'.
Como parte de una clase de fotoperiodismo cubrió un incendio en la Isla Trinitaria. Las fotos se expusieron en la universidad. Durante la inauguración de la exposición, un hombre se le acercó y le preguntó: -"¿Tú eres Santiago Arcos?", -"sí"-, respondió. El tipo era el fotoperiodista guayaquileño Camilo Pareja, quien se propuso entrenarle y enseñarle que hay algo más, además de retratar "bichos".
En Expreso, PP El Verdadero y El Telégrafo dio sus primeros disparos como fotoperiodista. Luego vino Magnum y después el Premio Fotoperiodismo por la Paz 'Juan Antonio Serrano'.
Su trabajo 'Trinitaria' le mereció el primer lugar en la III edición del concurso que promueve "una cultura de paz, a través de diferentes miradas y así, fomentar la construcción de sociedades más abiertas, respetuosas y libres de violencia". El portafolio fue la cobertura de los desalojos de la cooperativa Melida Toral, en la Isla Trinitaria, en marzo de 2015. Sus imágenes, en conjunto con una campaña impulsada por el Comité Permanente de Defensa de Derechos Humanos, aportaron en que ese drama no se repita y consiguieron ayuda para los afectados.
Este año el fotógrafo viajó a Chile tras un equipo de fútbol palestino. En el país del sur habita la comunidad palestina más grande fuera del mundo árabe. El proyecto es parte de un trabajo con la Fundación Magnum que busca retratar ideas que funcionan en temas de migración, refugiados, conflictos... El objetivo es publicar esas historias para que se repliquen.
Esa estrategia también le sirvió para cubrir el terremoto del 16 de abril. Arcos no quería mostrar un desastre que ya estaba expuesto. Entonces se reunió con su "pana del alma" y también fotógrafo Alejandro Reinoso. Con ‘Alejo’ y otros fotógrafos concibieron la plataforma Funciona Ecuador para difundir las iniciativas ciudadanas que aportaron para aliviar el desastre que dejó el sismo. La idea: documentar los esfuerzos de ayuda y generar más ayuda.
A sus 25 años, este muchacho inquieto de mirada profunda enfoca su lente en un proyecto que documente las consecuencias del 'desarrollo' en el Archipiélago. El próximo año pretende concretar la meta que nació cuando niño, esa de ser fotógrafo para ayudar a Galápagos.