“El acoso sexual no es solo usar el poder para conseguir sexo, sino también usar el sexo para mantener el poder”.
La dignidad quebrada.

#YoSíTeCreoCristina fue el primer impulso para la realización de este especial. El acoso sexual universitario es una realidad que comparten universidades públicas y privadas. En estas situaciones, las redes sociales se vuelven protagonistas para conocer las denuncias en diferentes espacios. En 2017 desde Hollywood se creó el movimiento #MeToo y en 2018, debido a la prueba que dejó la transmisión en vivo del funeral de Aretha Franklin, #RespectAriana.

En el caso de Cristina, el acusado era su profesor; en #MeToo, el señalado fue el productor de cine Harvey Weinstein y en lo sucedido con la cantante Ariana Grande, el pastor que oficiaba la misa. El acoso sexual siempre se produce tomando ventaja de alguna relación de poder entre víctima y victimario. Le puede ocurrir a cualquiera, sin importar su sexo o condición social.

Este es un esfuerzo más por documentar cómo opera este problema social en Ecuador, desde sus aulas y con los estudiantes.

Testimonios

Denunciar el acoso requiere de anonimatos, pero Cristina Álvarez es la única de las tres voces que se presentan a continuación que ha decidido identificarse. Todos son estudiantes que han sido perseguidos de una u otra manera por profesores o ayudantes de cátedra. Eso no quiere decir que entre alumnos no suceda o ya sea con colegas docentes o el personal administrativo, sin embargo, su frecuencia y denuncias asentadas son prácticamente inexistentes.

Cristina Álvarez

Estudiante de la Universidad Central de Quito.

"En segundo semestre me dice que me iba a quedar, que mi trabajo no servía y que debía rendir supletorio. Le pregunto en qué consitía y me dice que quería que le haga un relato erótico sobre la copulación entre extraterrestres y que quería que le describa que un extraterrestre tenía cinco penes y cómo eran las vaginas de las extraterrestres, la copulación y que ese era mi supletorio".

Sergio

Estudiante de la Universidad Central de Quito.

"Se les tiene que dar más apoyo a las personas que están pasando por este tipo de circunstancias, a la final si es que no están bien respaldadas, es bastante complicado llegar a presentar una denuncia".

Antonella

Estudiante de la Universidad de Guayaquil.

"Yo soy una persona súper risueña, yo siempre trato de tener una sonrisa en mi cara, pero lastimosamente muchas personas lo confunden. No porque uno sea amable significa que uno está coqueteando".

#YoSíTeCreo: Sabemos que hay más testimonios por compartir. Si experimentaste acoso sexual en el espacio universitario y quieres denunciarlo, este proyecto se mantendrá como una ventana abierta para hacerlo. Puedes escribirnos a contenidoweb@granasa.com.ec

Estadísticas de la Fiscalía

Estos datos corresponden a las denuncias por acoso sexual que registra la Fiscalía General del Estado. Las estadísticas son de las 24 provincias del país, desde agosto de 2014 a junio de 2018. Sin embargo, no hay detalle de en qué espacio o contexto sucedió el acoso. Aunque es una muestra de la frecuencia de este delito, no se sabe cuántos ocurrieron en la universidad.

Acoso sexual universitario,
5 emociones para contarlo

Los sentimientos aquí rescatados fueron los que más se repitieron en las entrevistas con alumnos que en algún momento fueron acosados. No solo son Cristina, Antonella o Sergio, sino más realidades que han tenido que soportar una situación incómoda en las aulas de clases.
(Da clic en las imágenes para ir al texto de cada emoción)
Fondo rosa temor

TEMOR

Decir acoso sexual es una mala palabra que no se reconoce en los pasillos: “No, no he sabido de nadie”. “En mi clase no ha pasado”. Sucede que es como un teléfono descompuesto. A la mención del acoso sexual, la comunicación se interrumpe: el otro deja de contestar, ya no lee los mensajes o dice: “Más luego”; “Prefiero no hablar de eso, sinceramente”; “No tiene caso denunciarlo ahora”.

Del tema se huye. No hay ni conversaciones ni cifras oficiales. En Ecuador, una de cada cuatro mujeres ha pasado por violencia sexual. Dato que ya queda lejano porque fue parte de un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) en 2011. Aún así ahí nada se habla de acoso sexual, considerado también como un tipo de violencia sexual. Una violencia que tiene escalas, que sube de tono y paraliza.

Mercedes, por ejemplo, empezó diciendo que sí le había pasado. Tres veces canceló la entrevista para conversarlo. En una ocasión la llamé y estos fueron los únicos detalles que comentó: “Me besaba la mano, me pedía que le regale besos…”. Era un profesor con el que tuvo que repetir una materia. El pedido que hizo ella, lo hicieron casi todos: “No vayas a poner mi nombre, aún no me gradúo”. “Cuidado que estoy en tesis todavía”.

Hay silencio, pero eso no impide que esa violencia sea medible. El Instituto de la Mujer de España diseñó una escala en 2006 de cómo se presenta el problema: interacción social de contenido sexual, chantaje sexual, acoso sexual de componente verbal y acoso sexual de componente físico. Cuatro factores que asisten a clases y son desconocidos.

- ¿En serio te pasó eso en la U?

- Sí, pero ya ese profesor murió. Era un viejo decrépito.

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CORAJE

- Un profesor no está para otra cosa que no sea educarte.

A esa conclusión llega Luisa después de hablar 15 minutos sobre el docente de una materia que le tocó ver cuando tenía 19 años. Como era acerca de Teatro, le pareció genial, pero esa idea cambió cuando los mensajes que recibía de parte de su profesor por WhatsApp ya no eran avisos de tareas o eventos: “Me he dado cuenta de que eres diferente a las demás”. “Si un día tienes problema para presentar una tarea, avísame”.

Solo se animó a bloquear su número cuando supo qué había pasado. “Era tanto el asco, pero no pasó a mayores por mi actitud. No sé qué habría pasado si fuera una chica sumisa”.

Esa característica de sumisa se relaciona con las condiciones de vulnerabilidad que podría cumplir una estudiante que vive acoso sexual: mujer de provincia, que vive sola, que tiene bajas calificaciones, que necesita puntos para pasar. Cuatro condiciones que enumera Milena Almeida, que aclara no son una regla, pero que se derivan de los casos que ha conocido como directora del Instituto de Género de la Universidad Central.

El acoso sexual, sin importar la edad, sucede e incomoda. “El aula de clases es un escenario donde se dan conflictos debido a las relaciones de poder”, reflexiona Almeida, quien asegura que es muy diferente al acoso que se vive en escuelas y colegios. El trato en la U es exclusivo entre personas adultas: uno presionando para conseguir algo sexual y el otro, diciendo no, basta, que ya fue suficiente. Ya, hasta aquí.

Las denuncias, sin embargo, no son un recurso popular entre los adultos que viven acoso. Por ejemplo, la Universidad Estatal de Guayaquil, siendo la más poblada en Ecuador con 70.000 estudiantes, apenas tiene 28 casos denunciados en 2017 por violencia de género y de ellos, solo 11 son por acoso sexual en los que al menos un profesor estuvo involucrado.

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DOLOR

- Allá también pasa lo mismo, no importa que sea una universidad católica.

Es la respuesta de Francheska, tras escuchar testimonios de sus compañeras. Ella estudió un par de semestres allí y luego se cambió a una universidad pública. Recuerda a un cura con afinidad hacia sus compañeros varones, con quienes llegaba a veces en su carro.

“Lo terminaron botando, pero todo fue en silencio. Dijeron que se había ido hacer otro PhD a Italia, pero en realidad lo sacaron porque acosó a un alumno”.

Francheska no precisa el año exacto en que ocurrió esto, aunque sabe que la materia era Estilística Jurídica. Memoria que solo es posible recuperar cuando la puerta tiene picaporte, se ha hecho la advertencia de que nadie más entre y tres alumnas cuentan lo que han visto, y lo señalan como un asqueroso “secreto a voces”. Francheska incluso vuelve al colegio, al momento en que un profesor le tocó la pierna y en la fiesta de Navidad, le robó un beso. Tenía 14 años.

Lo que a ella le hicieron es un delito. Lo que han pasado sus amigas ahora a sus veintitantos, también. Ese delito se encuentra tipificado en el artículo 166 del Código Orgánico Integral Penal (COIP):

“Solicitud de algún acto de naturaleza sexual, en el que la persona que comete la infracción aprovecha de su cargo laboral, docente, religiosa, tutor, curador, profesional de la salud o educación”.

Fuera de esas mil y un definiciones que se le da al acoso sexual para que quede claro, cuando se pregunta a las autoridades, la mayoría de respuestas tiene que ver con celeridad. No ha miedo, hay apremio por resolver porque históricamente frentear el acoso es una deuda.

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INDIGNACIÓN

Hacer una denuncia es más que reunir valor. Cuando se acumula el coraje para explicar ante otros lo sucedido, viene también el tiempo que habrá que esperar. Hay casos que llegan directamente a Fiscalía, al Consejo de Educación Superior (CES) y otros que se resuelven desde Bienestar Estudiantil.

Fiscalía es la entidad que recibe más casos. Sumando las 24 provincias del país y contabilizando de enero a junio de 2018, son 1.072 denuncias por acoso sexual. De manera general, porque no hay un filtro que especifique dónde sucedió el acoso.

Patty eligió ignorar esas tres vías de denuncia. Lo que le pasó a ella, lo supo después, ya le había pasado a otras. La solicitud para ser secretaria de un profesor la recibió en su tercer semestre de Derecho. Se lo pidió a ella directamente y optó por decirle que sí.

- “Claro, pero siempre se iba por las mejorcitas”.

La interrupción la hace el novio de Patty. Ella, estudiante de 21 años, cabello crespo y caderas anchas. Él volverá a intervenir una vez más:

- “Ella se encontró en las escaleras de la facultad al profesor. Lo saludó, estiró la mano por educación y el docente la haló, el beso fue casi en la boca”.

Aunque permanece retirado en un sillón, está molesto. Le pidió más de una vez a Patty que lo denuncie y ella no lo hizo. A él, ese mismo profesor también le bajó las calificaciones y solo se detuvo cuando habló con otro docente, que tuvo que intervenir para que su colega dejara de insistir. Desde entonces, si lo ven, lo ignoran.

La historia hubiese sido diferente si Patty denunciaba. Primero, porque se habría enterado lo que el artículo 207 de la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES) dispone como posibles sanciones hacia profesores que cometen faltas: amonestación del Órgano Superior; pérdida de una o varias asignaturas; suspensión temporal de sus actividades académicas; separación definitiva de la institución. Segundo, que el acoso sexual es una falta grave y tercero, que una vez iniciado el proceso disciplinario, el Órgano Superior de la universidad debía resolver en 30 días. Esa es la teoría.

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DESCONFIANZA

Expreso consultó con 13 universidades, de las 60 que hay en todo el país, para saber tres cosas: si tenían o no protocolo para prevenirlo, cómo alguien acosado hace la denuncia y las estadísticas de casos internamente.

La conclusión fue que la Universidad Central y la Escuela Politécnica del Chimborazo, son las únicas dos de este grupo que tienen su propio protocolo diseñado a su medida. Dos no nos brindaron información. Tres han reemplazado el protocolo por un código de ética. Tres están en desarrollo y dos, simplemente no cuentan con uno.

Lo de los protocolos, sin embargo, es un boom al que Carla no alcanzó. Se dice boom porque en mayo del 2018 el CES elaboró uno y sugirió a las universidades que generen los suyos. Carla vivió acoso sexual en la Universidad Casa Grande en 2016 y no avanzó a tener esa idea de protección que los documentos oficiales aportan.

- "Una vez estuvimos en Mall del Sol y pasando por una tienda de lencería erótica, me dijo literalmente: 'yo te quiero ver vestida así’”.

Sintió que le pidió un favor sexual, se avergonzó y eso que habían ido hasta ese centro comercial en grupo, como parte de la materia. Lo que hizo fue ir hasta el decanato y contar lo que estaba pasando. El Decano le dio la opción de que falte a clases y mande sus tareas vía correo. Su coordinadora prefirió no hablar. “Se quedó callada e hizo como si nada”, cuenta Carla. De todas formas a ese docente lo tuvo que ver dos veces, en primer y cuarto año de su carrera.

Casos como el de Carla nunca sobrepasaron las paredes de sus universidades. El CES aunque es el máximo organismo donde estudiantes, docentes o la persona que se sienta vulnerada por situaciones de acoso sexual puede acudir, no ha recibido en este 2018 ninguna apelación por temas así. Ninguna.

De las resoluciones que como CES emiten, sin embargo, hay una que los enfrentó con la Universidad Central. Fue un recurso presentado por un magíster, destituido por acoso sexual en 2013 y señalado por al menos tres alumnas. “Presentaron una denuncia y las evidencias no necesariamente son lo suficientemente contundentes para corroborar los testimonios”, explica Catalina Vélez, presidenta del CES, organismo que le dio la razón al profesor, devolviéndolo en su cargo. La decisión llegó en 2016, es decir, 1.095 días resolviendo, lo que por ley debería tomar 60.

Vélez asegura que eso fue inaceptable e insiste que se trabaja en la celeridad de los procesos. También en convenios: uno de inclusión con el MIES y otro para estudiar la violencia de género en las universidades. Sabe que existe, que es un problema social y esa es la razón de ser del Comité Consultivo liderado por la Cooperación Alemana. La meta es que no se quede en papeles ni el protocolo de prevención en documentos de requisito. Afuera hay desconfianza.

¿Qué están haciendo las universidades?

EXPRESO consultó con 13 universidades, de las 60 que hay en Ecuador, para saber cuántas contaban con un protocolo para la prevención y denuncia de acoso sexual. Solo dos han diseñado los suyos según sus necesidades; la mayoría está en elaboración, otras lo han reemplazado con el Código de Ética y también hubo quienes no nos brindaron información.

ACCIONES A TOMAR

Cuando una persona que vive acoso sexual traspasa el miedo, el siguiente paso es la denuncia, pero es importante saber cómo proceder: ante quién presentarla y las fundaciones que pueden asesorar en estos casos. Para el acoso sexual universitario hay tres posibilidades: presentar la denuncia en la Unidad de Bienestar Estudiantil, al Consejo de Educación Superior y la Fiscalía.
El trámite, si se quiere acciones, es inevitable.

Pasos para denunciar correctamente

Catalina Vélez, presidenta del Consejo de Educación Superior (CES), aclara los elementos a tomar en cuenta en caso de denuncia por acoso sexual en el campus universitario:

  • - Nombres y apellidos del denunciante.
  • - Dirección electrónica y física a efecto de futuras notificaciones.
  • - Relación clara y precisa de la infracción con los hechos denunciados.
  • - Lugar y tiempo en los que la infracción fue cometida.
  • - Identificación del presunto responsable y del afectado por este hecho.

La funcionaria enfatiza que “toda denuncia debe tener una firma de responsabilidad, porque eso le da validez”.

Lo dice en referencia a los casos de apelación que llegan hasta el CES, que entre 2012 al 2017, fueron 110 aunque solo 4 relacionados a acoso sexual. En este 2018, las apelaciones han aumentado: ya son 4 registradas hasta julio, pero ninguna por acoso sexual.

Ante esto, Vélez reflexiona con preguntas que dejan entrever la dimensión del problema que, aunque sucede, no llega a materializarse ni en las oficinas de Bienestar Estudiantil, mucho menos en la Fiscalía: “¿Qué pasa? ¿No se denuncia? ¿No se enfrenta? ¿O, cuando se denuncia, no se le da importancia?”.

La respuesta es el silencio de una estudiante de la Escuela Politécnica del Chimborazo (Espoch), que aunque denunció el acoso sexual que soportó de un docente, prefirió no dar detalles de cómo iba su proceso y qué había sucedido en agosto del 2017. Año en que puso su denuncia ante la Fiscalía y también en la Federación de Estudiantes (Fepoch).

Su denuncia le costó el puesto al profesor acusado, como lo confirma Kevin Murillo, presidente de la asociación, quien conoció del hecho y accedió a responder a EXPRESO vía correo electrónico. Dentro de los casos que registra la Fiscalía, el delito que se investigaba alrededor de la estudiante era abuso sexual.

Sin embargo, no siempre las denuncias ayudan a obtener una solución. La presidenta del CES explica el porqué: “Es penoso, los procesos no llegan a su conclusión porque están incompletos”.

Aunque también es cierto que normalmente, como explican Beñoga Marugán y Cristina Vega en un análisis de 2002 para la Universidad Complutense de Madrid, el animarse a denunciar ha sido vendido como “una llave mágica”:

“La denuncia sigue siendo la llave mágica que abre todas las puertas. Esta instigación, por un lado, responsabiliza a las víctimas de detener al maltratador y, por otro, ignora los condicionamientos externos (la falta de servicios eficaces, de vivienda, de subsidios y otros beneficios económicos, etc.) que determinan la fiabilidad y seguridad de una iniciativa que puede poner en peligro la vida de las mujeres”.

Lo que traspasado a la realidad universitaria sería correr el riesgo de perder la materia, recibir más carga de trabajo, ver una reducción injustificada en las calificaciones o ser señalada, incluso por los mismos compañeros de clase. Denunciar no siempre garantiza el triunfo, pero deja precedentes.

Ante quién hacer la denuncia

Es oportuno hacerlo ante estos tres lugares: si se busca sanción interna, en el departamento de Bienestar Estudiantil, si se considera que la acción ya es un delito, con la Fiscalía o como tercera opción directamente con el CES, que determinará también qué tipo de atención requiere. Así lo asegura Catalina Vélez, que menciona que hasta el CES puede acercarse cualquiera de los actores que intervengan en el sistema educativo superior y dejar su denuncia.

El único pedido es no saltarse los mínimos requisitos y para saber cómo hacerlo dejamos a su disposición dos formularios de ejemplo: uno incluido en el protocolo elaborado por el CES y el otro, un modelo interno con el que también se maneja el CES. Ambos son válidos.

Organizaciones de apoyo y asesoría

Si bien asentar una denuncia es gratis en la Fiscalía, la Unidad de Violencia de Género o cualquier entidad judicial, en caso de requerirse de un abogado, un escrito podría costar como mínimo entre $ 30 y $ 50. Para aliviar un poco ese proceso y también los costos, hay algunas organizaciones que brindan ayuda a mujeres que han sido violentadas de diferentes maneras.

TEST: ¿ES ACOSO SEXUAL?

Una de las mayores dificultades para hablar de acoso sexual también está en identificarlo. Proponemos aquí 10 preguntas para conocer más de este problema. Las situaciones que se plantean en cada una de ellas, se sacaron a partir de entrevistas con especialistas, testimonios y material académico consultado.
CRÉDITOS
Redacción e investigación:
Catherine Yánez, Ana Paula Chávez, Talia Berrones, Juan Carlos Bolaños.
Edición:
Thalíe Ponce.
Coordinación:
Catherine Yánez.
Videografía:
Charles Bonilla.
Ilustración:
Adrián Peñaherrera.
Diseño y desarrollo:
Freddy Briones.

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